ARCOIRIS DE CRISTAL

Por Sunia Santisteban

Identificar la luz con la belleza no es un pensamiento reciente. Desde mediados del siglo XII al XV, aproximadamente, esta tendencia se erigió como parte de la filosofía estética de esos tiempos. La luz era entendida como la sublimación de lo divino y la aproximación más cercana a la pureza celestial.
   El arte de la vidriería, tuvo un gran desarrollo en esa época. Los cristales de colores, en los ventanales y rosetones de iglesias y catedrales, creaban un agradable y oscilante juego policromo mientras transcurría el día.
   También cumplían con una función religioso-social, mostrar al fiel el infinito poder de la Iglesia al atraerlo a su seno, haciéndolo sentir seguro al amparo de una atmósfera coloreada y plena de luminosidad, diametralmente opuesta a la realidad en que vivían, pero también temeroso de visitar un sitio colosal que emanaba enigma y poder.
   Durante siglos el arte de los vitrales impuso su pauta en Europa. Los colores vivos y sus formas precisas, marcaron un antes y un después. Su influencia se extendió a libros y miniaturas difundidas en el denominado Antiguo Continente e incluso, en algunos países llegaron a sustituir a la pintura mural.
   Para lograr la policromía los vidrieros utilizaban el cobre, el calcio, el magnesio, el cobalto, el oro, las sales de plata y el hierro. En las primeras fases del surgimiento de este oficio se seleccionaba el vidrio según su color natural. A partir del siglo X ya podía ser coloreado durante su fabricación o fundición, pintado o recubierto de esmaltes y se ensamblaba con varillas de plomo.
   La manera tradicional de montar un vitral constaba de tres pasos: primero se colocaba la armazón de hierro, después las “almas” de plomo y por último las piezas de vidrio.
   En las postrimerías del siglo XVI comenzó la decadencia de los vitrales. Las copias de mala calidad, la aplicación de esmaltes inadecuados y el abuso de colores neutros, marcaron el inicio del fin.
   Ya en el siglo XIX se intentó revivir esa tradición milenaria, pero solo se acometieron faenas de restauración siguiendo las pautas antiguas. Un siglo después la decadencia continuó, el gótico se alejaba en el tiempo, y con él, los secretos de los viejos maestros
   Los vitrales que aún se producen son destinados esencialmente a oficinas, comercios e interiores de casas. En contraste, aumenta el interés por la conservación del legado medieval, único e irrepetible.
   Como muestra fehaciente de su antiguo esplendor, la Cathédrale de l'Assomption de Notre-Dame, en Chartres, la Capilla real de la Île de la Cité, de París, ambas en Francia, la Hohe Domkirche St. Peter und Maria, en Alemania, y la de León, en España, conocida con el sobrenombre de Pulchra leonina, guardan algunos de los vitrales más destacados correspondientes al período clásico del gótico.

UN HAZ DE LUZ AL OTRO LADO DEL MUNDO

Este arte maravilloso llegó al otro extremo del mundo, pero no con iguales características, ni materiales, ni maneras de hacer.
   Cuba, una isla ubicada en un archipiélago del Caribe, y antigua colonia española exhibe una colección de esos “arcoiris de cristal” de indudable y excepcional valor.
   Los colonizadores españoles introdujeron el vidrio, pero se cree que la influencia de los vitrales provino de la zona Mediterránea española o italiana, que era donde se encastaba el vidrio y la madera, desechando el uso del plomo, el bronce o el hierro.   
   Las casas coloniales, iglesias y palacios guardan con celo la mayor parte de estas obras, pero a diferencia de sus predecesores europeos, los vitrales cubanos adornan además ventanas y lucetas, iluminan suntuosas escaleras, balcones y decoran las puertas de acogedores y frescos patios. Incluso no se engastan en láminas de plomo, si no en madera ranurada.
   Las lucetas, un aporte caribeño, son ventanas movibles con hermosos vitrales sobre el marco superior de las puertas que  permitían la entrada de aire y claridad. Pueden tener forma de rectángulos, rombos, cuadrados y circunferencias
   El arte de fabricar vitrales se europeizó más durante el surgimiento y desarrollo de la gran burguesía cubana. Los palacetes y quintas comenzaron a exhibir grandes vitrales, algunos se fabricaron en Cuba, retomando el emplomado, mientras que otros fueron traídos desde Europa. Así se comenzaron a exhibir estas obras en la burguesa y próspera barriada de El Vedado.
   No era común encontrar a artesanos del vidrio. La materia prima se importaba coloreada ya desde Europa, el vidriero se encargaba de cortarla y el carpintero de montarla en madera. Estos artífices aplicaban los conocimientos heredados por sus antepasados venidos de la Península Ibérica.
   De acuerdo con el artículo Un oficio de la Luz, de Jorge R. Bermúdez y publicado en Excelencias Magazines- en el siglo XX se registró un taller de artesanos del vitral propiedad de Martí y Francisco Ballesteros, naturales de Cataluña, quienes después fueron los encargados de fabricar los vitrales del Capitolio Nacional. (1)
   Además de cumplir una función religiosa y estética, los vitrales cubanos desempeñaron también un oficio meteorológico. Dejaban pasar la luz de manera agradable y casi dulce, e impedían la entrada de los durísimos rayos del sol tropical. En tiempos de tormentas se dejaban penetrar por hilos luminosos y los convertían en una cascada mágica.
   Lamentablemente la confección de vitrales comenzó a declinar durante los años cuarenta del siglo XIX. Los cambios políticos en Cuba y la creciente influencia de la cultura norteamericana fueron relegando la construcción de vitrales y su uso en la arquitectura.
   Nombres como los de Mirta Cerra, René Portocarrero y Amelia Peláez, dedicaron parte de sus esfuerzos a intentar mantener este arte.
   Después del triunfo de la Revolución en 1959 recayó en manos de Celia Sánchez Manduley –destacada luchadora revolucionaria- el impulsar el mundo de la fabricación de vidrieras y para ello se abrieron algunos talleres.
   En la actualidad, la figura que se relaciona más al mundo del vitral es la de Rosa María de la Terga, discípula del maestro italiano Nino Mastellari y hoy vitralera oficial de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
   Esta mujer excepcional recrea en sus obras ejemplares de la flora y fauna cubana, además de sumar sus esfuerzos e ingenio a importantes trabajos de restauración realizados en el capitalino municipio de La Habana Vieja.
   De la Terga ha colaborado en múltiples proyectos con destacados artistas cubanos, como son Flora Fong, Raúl Martínez, Gallardo, Félix Beltrán, Pedro Pablo Oliva, Servando Cabrera y Nelson Domínguez, recuerda la revista Opus Habana.
   Muchos de sus vitrales se hayan en colecciones privadas y colectivas de Canadá, México, Venezuela, Suecia, Aruba y España. (2)

LOS COLORES VIVEN

Una intensa carga emocional y quizás la misteriosa sensación de hallarse en otro mundo, impactan en los sentidos de las personas que visitan o frecuentan aquellos lugares sagrados del románico o del gótico antiguos. Las manchas de colores que se reflejan en los suelos y columnas de las monumentales catedrales nos hacen reflexionar y pensar en el pasado, y el futuro. Hechizados por la mano del vidrio y por la armonía perfecta de los vitrales viajamos transportados en el tiempo, y con nuestro respetuoso silencio rendimos homenaje quienes que descubrieron y supieron reflejar la historia a través de la delicadeza de los colores.

 Bibliografía
   - Chacón y Calvo, José María: “Prefacio”, catálogo Exposición Amelia 
     Peláez del Casal, Lyceum, La Habana, desde el 25 de enero hasta el 4 de
     febrero, 1935.  
   -  “Los vitrales de Rosa María”, Opus Habana, Vol. IV, No. 1, 2000, 
     Breviario.
   - Rodríguez-Valdés, Severino: “Vitralario: azares de la luz”, Revista Opus 
     Habana. Vol. 1, No. 2/1997, pág. 30-37.

Bibliografía digital

   - Bermúdez, Jorge R. “Un oficio de la Luz”, Excelencias Turísticas – Cuba.
     Edición No. 14. http://www.revistasexcelencias.com
   - Habana Nuestra. Portal de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La
     Habana. http://www.habananuestra.cu
   - Picard, Gina: “Historia de los Vitrales Cubanos. Cuba el Imperio de la
     Luz”, http://ginapicart.wordpress.com
   - “Vitrales en México y Cuba”. http://adligmary.blogspot.com.es
   - Wikipedia.org

 Notas, citas y referencias
    - (1)“Los vitrales de Rosa María”, Revista Opus Habana, Vol. IV, No. 1,
      2000, Breviario.
    - (2) Rodríguez-Valdés, Severino: “Vitralario: azares de la luz”, Revista
      Opus Habana.  Vol. 1, No. 2/1997, pág. 30-37.

 

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